Dramas de mi adolescencia.

17 de marzo de 2013

Salando las heridas

“Sabes, creo que sos la persona más buena que conocí, se que si estuviéramos juntos, nunca me lastimarías”
Siento todavía sus manos rozar mis mejillas. Su expresión era fría, pero su rostro tan bonito como una fotografía. Podía sentir mi respiración entrecortada, estar en su cama y escucharlo hablar, verlo reír o manejar y olvidar por completo cualquier mal que existía. Su mirada fija en la mía me hacia cerrar los ojos, y recordar el calor de una estufa en invierno o un té con mandarinas. La sonrisa que nunca muestra, esa que tanto odia y podía hacerme hacer cualquier cosa. Si pudiera algún día saber más que con palabras, que tan entregada pude haber estado. Que tan bien pude haber llenado sus huecos vacios, su soledad. Pero le costaba tanto entender, tanto creer que alguna vez hubo alguien ahí, solo para él. Hay personas que viven más que otras,  hay algunas que solo existen; hay quienes saben de música y otras, solo bailan. Creemos que todo pasa por algo, que ningún error nos define. No sabemos cuánto tiempo dura un mal momento, ni a qué hora alguien comienza a querernos, y aunque nos cueste creerlo, no viviremos pendientes de la agonía de las obsesiones ni del mal que nos hacía, porque siempre hay personas nuevas en el camino, siempre hay nuevas oportunidades.